En el Códice Vaticano se encuentra una representación del cuerpo como un ser vibrante de energía rodeado de los 20 símbolos que componen la rueda del Movimiento Universal Cósmico, indicando los lugares precisos de 13 centros mayores del cuerpo solar.
Para ellos el ser humano (organismo corporal), reacciona a las fuerzas o fluidos que penetran en él por medio de los 90 canales de recepción telúrica y cósmica. Al llegar los fluidos a esos canales de recepción sufren una transformación y son enviados a los cuerpos celulares a los que prestan ayuda en la asimilación e igualmente en la desasimilación de aquellas sustancias o desechos inertes que al no ser eliminados por las vías naturales, lo son a través de los poros y por intermedio del sudor y del calor. La transformación consiste en que pasan a ser una corriente de corpúsculos sintéticos de naturaleza química impulsiva y aceleradora, corriente o energía atómica a pesar de su diminuto tamaño. Al penetrar estos fluidos en las células en los órganos, éstas se revitalizan fertilizandose permanentemente hasta obtener la elasticidad y lubricación que necesita todo el sistema fisiológico. Estos fluidos son imperceptibles para los sentidos físicos y sólo se percibe su acción.
Las fuerzas electromagnéticas que penetran por los 60 canales superiores (antenas) de atracción y los 30 canales menores distribuidos en el sistema Neuro vegetativo, reciben influencias cósmicas, quánticas, luminosas, electrónicas, atómicas, moleculares y entre ellas: fluidos etéricos, efluvios, rayos solares, planetarios, lunares, etc., e influencias telúricas, emanaciones intraterrestres y magnetismos elementales.
Estos canales acumulan, transforman y propagan estas influencias a canales más sutiles denominados “Ehecanes o Tubos de Aire” que estimulan, completan y refuerzan a los órganos en su proceso fisiológico y psicológico en general.
Anatómicamente quedan repartidos unas en la superficie ventral –Región Femenina- y en la superficie dorsal –Región Masculina - .
Cuando algunos agentes internos y externos en degeneración, se incorporan a los fluidos cósmicos o telúricos, aparece un desequilibrio en el organismo; este fenómeno tenia su base en la pérdida de la capacidad funcional de los canales, pues estos al deteriorarse, dejan paso a las sustancias nocivas.
En su polaridad activa y pasiva, los fluidos tienen la tarea de formar combinaciones de ácidos en todos los cuerpos, orgánicos e inorgánicos.
Se puede influir en los elementos desordenados de los fluidos de acuerdo a la perturbación, por un adecuado reforzamiento de estos fluidos. Algunos órganos desde el interior al exterior reciben fluidos magnéticos que afectan las funciones del organismo entero de una manera directa o dirección análoga y armoniosa. En otros órganos, el proceso toma un camino invertido.
Los mayas para seleccionar los fluidos positivos y negativos, se colocaban en una tabla de madera que se extraía del ZIMAN CHE (la cruz del árbol) que actualmente se localiza en algunas regiones de México y Guatemala, la cual era magnetizada adecuadamente en “Luna Creciente” para que la savia estuviera sana y pura. La savia que contiene este árbol es un conductor de potenciales eléctricos positivos y negativos. La persona quedaba boca abajo encima de la Tabla por un tiempo y luego boca arriba, orientado de Norte a Sur en consonancia con la atracción o rechazo de los fluidos (para atraer fluidos: la cabeza hacia el Norte y para rechazarlos, hacia el Sur. A continuación el sacerdote, con movimientos del HIA-HIU y después de haber realizado el PEAN (ofrecimiento), recorría con sus manos las 60 zonas mayores para cerrar o abrir las puertas de las fuerzas etéreas y estelares, así como las telúricas provenientes del interior de la Tierra.
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