Cualquiera que me conozca sabe que soy muy curioso. Por deformación profesional me acerco a todo lo que es diferente, alternativo, nuevo. La variedad de aceites vegetales en la naturaleza, que se utilizan con fines alimentarios o cosméticos y, en cualquier caso, con fines de bienestar, me intriga y, por la tanto, además probar los preciosos esenciales como Naturópata, documento sobre los llamados aceites portadores que se utilizan en aromaterapia para transportar las esencias, que si se utilizan también pueden atacar e irritar la piel.
En este periodo estoy probando el aceite de Calophylla, mejor conocido como aceite de Tamanu. Extraído de las semillas de un árbol (Calophyllum Inophyllum) de 5 a 20 metros de altura, que crece en Asía, especialmente en en el sudeste asiático, tiene un tono verde que sin duda evoca la armonía y el bienestar
El aceite de Calophylla, que si no es procesado es tóxico, da calma y serenidad a todo el cuerpo al suavizarlo y regenerarlo. El árbol del que se extrae es considerado sagrado por los polinesios y su aceite no es menos importante. Tiene propiedades antisépticas y desinfectantes, además de cicatrizar, suavizar, proteger y regenerar la epidermis. Se utiliza en casos de artritis y artrosis, hemorroides, enrojecimiento del pañal, dermatitis y descamación de la piel. También se puede utilizar para aliviar el dolor de un absceso dental.
Olfateando el aceite de Calophylla, puedo pensar en las hierbas aromáticas del Mediterráneo y, de hecho, para mi tiene un olor acre y ácido con una nota de fondo que recuerda el pasto y las praderas húmedas. El aceite de Calophylla también tiene propiedades inmunoestimulantes.
Fuente: Culture e Culture
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